19 August 2013

QUE LINDA ES MI TIERRA
Pastillita para el Alma 17 - 08 -13
Esa es mi tierra, mi tierra mía, mi Chachapoyas querida, porque no hay otra tierra, más linda y más grande, que mi tierra bendita.
Sus campiñas, su cielo azul, salpicado con nubes blanquecinas, que dibujan los mismos castillos, que miraba en mis años de infancia..., su aire puro, que sopla como viento que baja presuroso de las faldas
de los cerros de Shundor y del Pumaurco y refresca como brisa suave, el calor del medio día..., sus callecitas rectas, pavimentadas, que nos marcan añoranzas, de aquellas que ayer recorríamos, con su acequia al medio, con piedras calizas, sembrada entre sus rendijas con musgo y mala yerba..., sus casitas, con sus paredes blancas y sus techos de tejas coloradas, que aun sobreviven entre aquellas moles de cemento, techadas con calaminas y paredes a medio pintar..., su plaza de armas con el símbolo de sus tres palmeras, que ahora se llama plaza mayor y donde se halla ausente el kiosco frente a la catedral,  pero, sin embargo, guardo el recuerdo cuando jugábamos la pega y el monta carnero y se escuchaban las retretas en los días de fiesta y era la algarabía de caballeros con saritas, chalecos, gemelos y bastones y de nuestras matronas y lindas damiselas, con zapatitos de charol, peinetas de perlas y carey con  mantones de Manila, que nos regalaban belleza y dulzura a la hora del rezo y de la misa.
Ahora, ya no se observan los cercos con pencas y ancocashas, los árboles cargados de higos, limones y duraznos, que los mozuelos de mis tiempos, nos ingeniábamos en cosechar, muy furtivamente.
En fin, qué difícil es ahora, encontrar aquellas familias, que con sus brazos abiertos y la sonrisa en los labios, daban la bien venida al forastero o al paisano que regresaba a darse un baño de recuerdos y volvía para ver las imágenes del amigo que te hacía sentir que te extraña.
Los nacidos en la tierra de nuestros amores, ahora somos los foráneos, los extraños, los que ya no tenemos derechos, ni consideraciones, que interrumpimos la rutina de hacer dinero, de los que se aprovechan del turista, que ansioso llega a conocer nuestras diferentes riquezas, y que sabe del valor de las mismas, porque nosotros, lejos de nuestro sitio, nos encargamos de  difundirlas orgullosamente, sólo con el único interés de divulgar al mundo, la belleza y sabiduría de nuestra cultura.
Pero que me importa, lo que extraño o lo que me muestran los residentes, si lo que vale, realmente, es lo que yo siento por mi tierra, en este poquito tiempo, que con mi presencia, lo regalo a mi larga existencia.
Gozo…, con el maravilloso abrazo a mi hermano ñuñopitiq, sumido en su mundo de comunicador social, lleno de angustias y preocupaciones, en defensa de los desposeídos...,  al caminar y ver cómo ha progresado esta mi tierra bendita, convertida en la ciudad más importante de todo el Nor Oriente Peruano..., al sentir el calor amoroso en las manos de la compañera de mi vida..., al escuchar la palabra amigable y sincera de aquellos que todavía me prodigan su amistad y me entregaron alguna vez sus pesares..., al ver la sonrisa, entre dientes, de esos amores que el viento no se llevó totalmente y dicen…, que para otros…, vale, el encuentro, con unos ojos negros, al pie del altar de la Virgen, que en una mirada furtiva, que nadie reconoce o interpreta, en su verdadera dimensión, significa, la  comunión de dos almas, que juraron amarse hasta la muerte y mantienen incólume ese amor, que nunca desaparecerá de este mundo.
Por todo esto, amo a mi tierra. Por sus procesiones solemnes, con una manifestación de Fe, pocas veces igualable. Por el olor a incienso y el aroma de los pétalos de rosas y claveles. Por la policromía de sus centilleros en brazos piadosos de bellas damitas. Por los cánticos y rezos que se elevan al cielo, junto al humo de los cirios y las velas de cera de Castilla, por el paso majestuoso de la Mama Asunta en los hombros de sus fieles que la cargan con la intención que sus pecados los sean perdonados, sus súplicas escuchadas y porque reine la bonanza y la Paz, en todos aquellos que de lejos, la visitan.
Amo a mi tierra porque es grande. Porque, aunque cargo en mis espaldas, el pesado fardo de los años, soy incapaz de sucumbir y no velar por su grandeza.
Chachapoyas, mi bella Chachapoyas, te amo mil veces, te amo sin pesares, sin ambages, sin intereses, porque los que te amamos y no te olvidamos, seremos bendecidos y viviremos mil años más.
  
Jorge REINA Noriega
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