ORACION DE GRATITUD DE UN MEDICO PROVINCIANO DE NUESTRA PROMOCIÓN

Mis queridos amigos, colegas y hermanos de nuestra Promoción Médica San Fernando 1964, en forma silenciosa y sin que nos demos cuenta, estamos a casi un año de cumplir nuestras Bodas de Oro Profesionales, por eso me apresuro a enviarles esta pequeña reflexión, a modo de oración, que comparto con ustedes,
porque pienso, que es el sentir casi general de todos los de la Promoción.
“Señor D+os que todo lo puedes. Hace más de cincuenta años nos diste la oportunidad de postular a la vieja casona de San Marcos. Muchos, como yo, vinimos de lejos, atravesando ríos y cañadas, abruptas montañas y valles con alimañas y epidemias, cargando nuestras alforjas llenas de esperanzas, con la certidumbre de saber que nos enfrentábamos a algo casi imposible de acceder y era mucha audacia de nuestra parte, tener tremenda pretensión…, sin embargo, fuiste benévolo con nosotros y abriste las puertas de Nuestra Alma Mater y nos trataste con la misma bondad que miras a todos tus hijos de buena voluntad, que hacían un esfuerzo, para convertirse en instrumentos de Tu Poder para atender la salud de tus ovejas.
Caminamos por los corredores de la Cuatricentenaria Universidad, oliendo entre sus muros, el perfume inolvidable del saber, que dejaron en su paso, muchos profesionales que nos antecedieron. Éramos orgullosos de sabernos cachimbos de San Marcos. Ya podíamos mirar de igual a igual, a los cadetes uniformados que tanta bulla hacían cuando llegaban a nuestros pueblos.
Tú nos diste Señor, fuerzas para entender los cursos de Ciencias, para comprender a Bajxerías, a García Llaque, a Herrera Marquis, a la presión constante en las prácticas de Química del Dr. Patrón,… y nos proporcionaste templanza para entender que era necesario nuestra formación de Pre Médicas, para prepararnos a conciencia, en la profesión que habíamos escogido. Nos diste ecuanimidad e inteligencia para no corrompernos con las huelgas y movimientos políticos de esa época.
Gracias Señor, porque ya en la Facultad de Medicina de San Fernando, nos zambulliste de lleno en las prácticas de disección de cadáveres. Nos enseñaste a entender que nuestro cuerpo, está hecho de carne y huesos, que rápido se corrompe y que el formol, solo lo mantiene indemne, un cierto tiempo, y que es el alma y el espíritu los que perduran para siempre. Cómo olvidarnos Señor, de las clases y prácticas de Histología…, nuestro temor de embarcarnos en el “crucero de verano” de Porturas y que las clases magistrales de Bioquímica de Villavicencio y Manrique nos vestían con la túnica inconfundible de “científicos”.
Nos diste Señor, una égida de magníficos profesores y catedráticos a carta cabal, que nos enseñaron su ciencia y su doctrina, con su ejemplo y su retórica, ofreciéndonos, sin egoísmos, la claridad de sus conocimientos.
Cuánto te debemos, Señor, con la fuerza que nos inculcaste en esos momentos aciagos en que se quebró nuestra Facultad. Los nubarrones y las tempestades, de ese entonces, nos templaron como el acero y nos dieron la ecuanimidad para entender lo valioso del tiempo y el esfuerzo de nuestros catedráticos, reemplazando con éxito la Luz, que las luminarias nos negaron.
Nos bendeciste en abundancia con la paciencia y confianza de tus enfermos de los Hospitales del Niño, del 2 de Mayo, Loayza, Santo Toribio de Mogrovejo, Larco Herrera, los hospitales de las Fuerzas Policiales y Fuerzas Armadas.
Cómo olvidarnos Señor, de la sapiencia y el empeño de don Carlos Lanfranco La Hoz y como él, cientos de profesores de primerísima calidad, que se esforzaron en cada instante de su vida, de transmitirnos su sacerdocio. Frescas, como ayer, las ansiedades del dolor de nuestros primeros pacientes. Las heridas sangrantes, el olor nauseabundo cuando la carne se pudre en las gangrenas y quemados, la toz con rasgos de sangre, o esputos hemoptoicos de pacientes consumidos por la tuberculosis, que flagela a nuestro Pueblo o los cirróticos amarillentos como la flor de retama, con ojos saltantes y enflaquecidos, que de repente escondían neoplasias o tumores malignos diagnosticados clínicamente y con poca o escasa ayuda de instrumentos y análisis, que ahora abundan. Siempre vivirán en nuestros recuerdos los ojos tristes con mirada taciturna de ancianos que además de perder su salud, también perdieron el amor y la incomprensión de sus hijos y familiares,… o los gritos de terror, o las risas sardónicas de los que tienen rota el alma, en las salas de los enfermos mentales.
Inolvidables nuestras noches de guardia. Nuestra primera sutura o el ingreso a la Sala de Operaciones, con el olor al éter y el rojo brillante de la sangre de una arteria que sale como un chorro y mancha nuestro mandil blanco, o la sangre azulada de una vena que se desparrama por el campo quirúrgico, entre el sonido de las pinzas hemostáticas en las hábiles manos de expertos cirujanos. El llanto de un recién nacido y la sonrisa de una madre al ver a su hijo amado o la mirada perdida y desconsolada de padres que observan a sus hijos con malformaciones y defectos, pero, también la valentía de progenitores, que casi sin tener nada, pelean por la salud quebrantada de sus hijos, víctimas de neoplasias o enfermedades incurables.
Señor, en medio de tu omnipotencia, probaste nuestra Fe, haciendo que bebamos el cáliz amargo de nuestra naturaleza humana, al no poder retener en nuestras manos, la vida de un ser querido, que volaba a tu Mansión Celestial. Perdónanos Señor, si alguna vez, en esos momentos aciagos, nos atrevimos a juzgarte como injusto o indolente.
Señor, tú nos diste todo ese material y esas semblanzas, para hacernos médicos. Nos diste en abundancia y en diversidad los casos de patologías de tus dolientes. Tú, no nos desamparaste, Señor. Tal vez alguien de nosotros no cumplimos a plenitud con los mandatos de tus Evangelios. Pero tú fuiste y sigues siendo generoso. Nos has dado salud, has iluminado nuestros diferentes caminos. Así como distribuiste las estrellas como polvo en el universo, nos has colocado en las diferentes partes de la tierra y en las diferentes ciudades y provincias de nuestro amado Perú. Ayer, nos bendeciste con el amor de nuestros padres y ahora nos bendices abundantemente con hermosas familias y nos regalas la alegría de nuestros nietos y bisnietos. Nos has protegido en todos estos años y pienso que ninguno de nosotros por mala práctica o hechos indebidos a la ética y la moral, hemos caído en las garras de la Justicia de los hombres. Muchos a los que encargaste el cuidado de tus ovejas, han cumplido a plenitud con tu Mandato, ejerciendo y salvando vidas a la medida de las posibilidades y algunos de nosotros, en forma humilde, hemos querido ser, como los tachos donde se recoge la basura, expresada en tristezas, penas, dolores y angustias de tus enfermos y a cambio de ello, has puesto palabras de consuelo en nuestros labios y nos diste fortaleza para ayudar a cargar la cruz de nuestros pacientes, esperando tu Divina Voluntad.
Ahora Señor, Todopoderoso, estamos llegando casi a cumplir nuestras Bodas de Oro Profesionales. El 2014 celebraremos los cincuenta años de recibidos como médicos cirujanos, por eso, adorado Señor, humildemente te pido que nos concedas un poco más de tu misericordia e inculques en nosotros, los principios de la solidaridad y de la bondad, borres nuestros egoísmos, quites las diferencias con que la vida nos señaló y abras nuestros corazones y entendimiento para celebrar esa fiesta de gratitud de nuestras Bodas de Oro, en honor a Tu Nombre, para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, nos guarden en su memoria y sepan, que cumplimos y no te defraudamos, en la misión que nos encomendaste durante nuestro pase por la Tierra”.
*Gracias Señor, D+os, de todos nosotros. Amén y Amén*
Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
reynor@terra.com.pe
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