UN VENTUROSO Y PRÓSPERO AÑO NUEVO
Pastillita para el Alma 25 – 12 - 13

Las Fiestas de Año Nuevo, son reuniones que son muy esperadas. La gente asiste con sombreritos, sonajas, camisas y vestidos amarillos y debajo prendas íntimas del mismo color, con la creencia de la Buena Suerte. Se aprecia generalmente una buena orquesta, salones llenos de entusiastas personajes que ríen, que cantan, que bailan. Se brinda por los amigos de ayer, de ahora y de mañana, se liba, por esos amores que dejaron grandes recuerdos o lágrimas que el tiempo se encargó de hacer olvidar. Se alzan las copas y se brinda por los viejos que se fueron para no volver o por la dicha de tenerlos, todavía, presentes. Por los hijos que se casaron y por toda la familia que pasó un año libre de preocupaciones y sinsabores. Se toman sendas botellas de vino, de champán, de whisky, de pisco, de macerados, y entre abrazos, besos y risas, nos deseamos que el próximo año sea de dicha plena, de ventura y prosperidad completa y mil veces mejor que el año viejo.
Pero, ¿Qué fue del Año que fenece y pasa a ocupar su sitio en el baúl de los recuerdos?
Suena a ingratitud olvidarse de todo lo que nos regalaron los 365 días del año que termina, que desaparece como por arte de magia, de nuestras apreciaciones y como un capítulo más del Libro de la Vida, pasa a su sitio, en el anaquel de la gran biblioteca de nuestra existencia.
Personalmente, disfruté de este año que se acaba y de los años que tengo y no me lamento de haber perdido mi juventud, que fue la universidad donde me forjé, con espíritu combativo, para llegar a la edad que tengo. Ahora, el tiempo que lastimosamente, se fue, me importa poco y solo es provechoso por las experiencias dulces o amargas que me marcaron. No me preocupan mis arrugas, ni el poco pelo blanco que circunda mi testa y agradezco a la vida que mi calvicie, no es producto de la quimioterapia ni la radioterapia. Si soy lento en mí andar, tampoco me importa mucho, total ya caminé bastante y felizmente todavía no hay artrosis ni reumas, ni olor a salicilato, ni un bastón en el cual me apoye. Los consejos y recomendaciones, vienen y van, me dicen que no debo abusar mucho del café porque quita el sueño, yo lo tomo deliciosamente y duermo a pierna suelta, porque tengo mi conciencia tranquila al no haber hecho daño a nadie. Que los chocolates y dulces engordan y producen diabetes, que un desayuno con chicharrón y camote, o tocino con huevos, aumentan el colesterol y los triglicéridos, tal vez tengan razón, pero nadie me quita el gusto de mis escapaditas de vez en cuando, con el cuidado que nunca me ampayen. Me importa que hablen o cuchicheen mal, felizmente mi hipoacusia, me permite escuchar solo lo que me conviene y el humo de mis ojos que ya no brillan como antes y solo tienen nieblas de nostalgia, todavía me permiten percibir la risa de mis nietos y la sonrisa de mis amigos, que si bien es cierto, ya no son muchos, porque se murieron o porque se olvidaron de sonreír y deambulan con la seriedad y la cara agestada de los iracundos, pero sin embargo ahí están para mirarme en ese espejo que lastima y enseña a capear dificultades con alegría.
Somos desagradecidos con lo que la vida nos obsequia y nos destruimos y nos aniquilamos comparándonos con aquellos que tienen mucho, sin reparar que somos favorecidos cuando nos contrastamos con aquellos que casi no tienen nada y ellos viven felices con lo poco que tienen y si no me creen, les invito a caminar por El Cerro, cerquita de la gran ciudad y constatar que muchos están en el abandono y nunca maldicen al destino, sino lo bendicen por alimentarles con la esperanza de un mañana, que tardará en llegar y esperan pacientemente.
Que este año se fue rápido, que casi no me di cuenta cómo transcurrió el tiempo de enero a diciembre, es cierto y debo agradecer porque si algo negro hubiese enturbiado mi camino, tal vez eso no lo olvidaría.
Como atreverme a decir feliz o venturoso año nuevo y que sea mejor que el año que termina, si todo lo que he recibido, ha sido más de lo que humanamente necesitaba, sobre todo con salud y la compañía y comprensión de mis seres queridos, que seguramente olvidaron lo mucho o poco, que los mal traté, sin querer y me permiten vivir, como si recién nos conociéramos, por eso no puedo alegremente decir que el próximo año sea mejor, porque lo que no está conmigo, es incierto y sobre todo, sin que me juzguen, como mal agradecido, cuando la ruma de años que acumulé, me han permitido intentar, hacer felices a las personas que amé y amo con sinceridad.
Cómo no agradecer a D+os por la vida que todavía está conmigo y me permite escuchar sin interrumpir a los que me hablan, sin mostrar gestos de cansancio o de impaciencia, por sus peroratas.
No deseo ser desagradecido porque todavía puedo expresar cariño con abrazos y apretones de manos y palmadas en la espalda a las personas que aprecio y saborear entre mis labios los mil besos que he dado en mi vida.
Sería mal juzgado si me quejaría de que mi trabajo de ayuda, que todavía realizo, con tanto afecto, lo haría para ser remunerado con palabras lisonjeras o condecoraciones y poses petulantes.
Cómo no dar gracias al cielo, porque mi cerebro todavía me permite decir palabras o hilvanar frases, aunque sea con borrones, que llevan consuelo y la gente me favorece escuchándome o leyéndome.
Por eso para mí, solo vale el presente. Vivo el día a día, dichoso, siendo feliz, porque es la única forma que se puede regalar felicidad y no consiento hundirme en mis deficiencias, porque como dice mi amigo y hermano Rafael López, solo se hunden aquellos que tienen enferma el alma y yo, como él, del alma estoy más sano que Superman o el hombre Araña, pero, como es una costumbre, en esta fecha del año, decir Un Venturoso y Próspero Año Nuevo, lo digo de corazón, deseando a todos aquellos que tienen la esperanza de vivir muchos años más, que sus años, sean de Felicidad y ventura personal, al lado de sus seres queridos.

“UN VENTUROSO Y PRÓSPERO AÑO NUEVO”

Jorge REINA Noriega
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